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Cada vez que escribo una crónica intento recopilar el mayor número de impresiones posible. En esta ocasión no creo que sea capaz de anotar ni un tercio de los detalles a los que había que prestar atención durante el concierto de Rammstein. Probablemente sea el concierto más espectacular al que haya asistido. Así que me vais a tener que disculpar por no ofrecer una crónica tan completa como se merece. Pero no voy a adelantar acontecimientos.

En el trabajo tuvieron el detalle de dejarme escapar un poco antes para poder ir a casa, ponerme algo más cómodo, recoger la entrada e ir al concierto. Al final estaba plantado en una de las colas de entrada sobre las 20:10. A pesar de no haber mucha gente en la cola la entrada se ralentizó porque los de seguridad tenían que discutir con los que intentaban entrar ya que, al no haber consigna en el recinto, se veían obligados a dejar cadenas, colgantes y cualquier otro elemento que fuese considerado peligroso. Varias personas se habían vestido para la ocasión (o quizás fuesen de los que a diario lucen botas con refuerzos metálicos, collares de perro con pinchos, cadenas, cinturones y pulseras metálicas y otros abalorios a juego) y mostraban su enfado al tener que buscarse la vida para poner los objetos que les impedían entrar o dejarlos en la calle.

Una vez dentro del local me dirigí a donde siempre procuro ponerme en los conciertos: cerca de la mesa de mezcla. Como dice una amiga que de esto sabe un rato, ese es el sitio bueno en el Palacio y suele haber menos gente, aunque con las entradas agotadas y sin restricción de acceso a la pista era previsible que aquello se llenase. Cuando yo llegué no había demasiada gente y busqué a ver si encontraba alguna cara conocida pero no hubo suerte.

Antes de que me diese cuenta eran las 20:45 y era el turno de actuar de los teloneros, el grupo de aggrotech Combichrist. En el escenario, sobre plataformas elevadas, había una batería a la izquierda, un conjunto de percusión a la derecha y equipo electrónico en el centro. Por delante, un pequeño pedestal con un micrófono. Con un estilo a caballo entre industrial y techno y unas pintas de «uruk hais arengando a las tropas antes de lanzarse contra el abismo de Helm», como dice acertadamente Morrigan en su crónica, el grupo consiguió algo de movimiento en la pista. A pesar de las repetidas caídas que sufrieron el micrófono del ¿teclista? (el de los aparatos electrónicos, que con sus rastas golpeaba el micro y hacía que cayese) y uno de los toms de piso del batería, que forzaron a un roadie a saltar al escenario en más de una ocasión, lo que más restó de su actuación fue, para mí, el sonido: en algunos momentos los temas se veían reducidos a golpes de percusión que retumbaban contra el cuerpo. Supongo que para bailar un rato tampoco es malo del todo pero hacía difícil distinguir las piezas entre sí. A pesar de mi desconocimiento creo que pude identificar el setlist.

Desde «All Pain Is Gone» el grupo tuvo una buena actitud. El cantante se movía de un lado para otro, mientras que percusionista y baterista competían en aspavientos para animar al público. Así seguirían durante «Scared», con el batería lanzando varias baquetas a lo largo de la actuación para llamar la atención del público. Para cuando llegaron a «Get Your Body Beat» y «Deathbed» la gente ya estaba algo más animada y se notaba más movimiento. «Sent To Destroy» incluso consiguió que muchos acompañasen el estribillo aunque la mayor reacción la consiguieron al dedicar «Blut Royale» al grupo para el que teloneaban. Se despidieron con «This Shit Will Fuck You Up» y al rato se encendieron las luces, la gente empezó a moverse de los asientos al frente y se fue despejando el escenario.

La espera para el acto principal se me hizo más corta al entablar conversación con un chaval de Madrid y unos alemanes. Dos de ellos los seguían de gira y un tercero llevaba un mes en Madrid por trabajo. Los que habían estado en los conciertos anteriores nos pusieron los dientes largos, diciéndonos que el concierto de Lisboa había sido el mejor que habían visto nunca. Después estuvimos charlando de todo un poco, aunque mi alemán está muy oxidado. Teniendo en cuenta que la última vez que estuve en Alemania fue el verano que Rammstein sacó Sehnsucht tampoco era de extrañar.

Al poco rato se apagaron las luces y la gente empezó a aplaudir. En el gran muro negro se erguía sobre el escenario y no dejaba ver nada tras de sí empezaron a hacerse dos boquetes, a izquierda y derecha, provocados por los golpes de Paul Landers y Richard Kruspe. Las siluetas de los guitarristas se recortaban a contraluz mientras que en el centro del muro empezaba a dibujarse el rastro de chispas de un corte por plasma. Tras trazar un rectángulo imperfecto el bloque fue derribado y se pudo ver la figura de Till Lindemann, que fue recibido con más aplausos aún. Mientras descendía hasta el micrófono situado en la parte baja del escenario las luces se centraron en él, viéndose con más claridad un atuendo con una especie de delantal y cuello de plumas, todo en rojo, (que llevaría sólo al principio del concierto) y quedando el resto del escenario oculto hasta el comienzo del primer tema.

Con los primeros compases de «Rammlied» se ilminó el recinto y se pudo ver a los guitarristas acompañando al cantante en el escenario mientras que en una posición más elevada estaba (de izquierda a derecha) el bajista Oliver Riedel, el batería Cristoph Schneider y el teclista Christian Lorenz. Este último tenía todo su equipo flanqueado por unas columnas que simulaban una especie de bobinas de Tesla. Al empezar a cantar se veía que Till tenía la boca iluminada, probablemente con unos LEDs (como uno de los experimentos de Daito Manabe [01m01s]), creando un efecto bastante interesante. El fondo era el muro resquebrajado con luces rojas a modo de vetas en la pared.

Los gritos del público acompañaron el sonido de la música, lo que no consiguió tapar el comienzo algo forzado del baterista. De hecho, de ponerle pegas al concierto, yo diría que los únicos fallos que hubo fueron de los músicos y fueron muy escasos. El sonido fue mejor de lo que esperaba, con la voz sonando clara y las guitarras contundentes, aunque me hubiese gustado oírlas un poco más. Tanto la batería de «Doom» Schneider como el equipo de «Flake» Lorenz sonaban bastante limpias y equilibradas y el único que se perdía un poco en la mezcla era el bajista.

Sin pausa para coger aire, el grupo siguió con «B********» y «Waidmanns Heil», una de mis favoritas del último disco, con fanfarria de introducción y efectos pirotécnicos sobre el escenario. Los temas del «Libe Ist Für Alle Da» dominaron en repertorio y «Keine Lust» fue la única invitada del «Reise, Reise». Durante esta canción unas columnas de humo acompañaron a la música. También pudimos disfrutar de «Weisses Fleisch», con el comienzo a cargo de Flake. El teclista hizo una especie de baile en medio de la canción, vestido con un traje de lentejuelas, compartiendo protagonismo con Schneider y su pequeño sólo de batería.

«Feuer Frei» nunca ha sido de las que más me gustan del grupo, pero el espectáculo que que montaron sobre el escenario hizo que resultase impresionante. No faltaron explosiones ni las máscaras con lanzallamas que permitieron a los guitarristas y cantante seguir actuando mientras escupían enormes lenguas de fuego. A continuación unos momentos de oscuridad sobre el escenario, que se volvió a iluminar a medida que descendía una única bombilla sobre una mesa con un gramófono. Junto la utilería, Till escuchaba la introducción de «Wiener Blut», que comienza y se ve interrumpida hacia la mitad para que unos muñecos con forma de bebé y láseres verdes incorporados sean descolgados a mitad de altura entre el techo y el escenario, con las luces casi apagadas. La canción vuelve a arrancar con fuerza en el punto donde se interrumpió, hasta culminar con la explosión de los bebés, que se precipitan sobre el escenario.

El escenario se vuelve a quedar a oscuras y una única luz ilumina al bajista, que empieza a tocar los arpegios lentos de «Frühling in Paris». Otro foco señala a Till, que empieza a cantar, y el resto de componentes no son nuevamente revelados hasta que suenan sus instrumentos. Todo el concierto fue un ejemplo de espectáculo, donde cada elemento forma parte integral de la experiencia que se quiere brindar al asistente. La siguiente canción, «Ich Tu Dir Weh», también demostró este concepto al bajar Flake para molestar a Till quien, harto del incordio, se cargo al teclista al hombro y lo echó en una caja metálica. Tras un par de golpes, Till da unos pasos atrás, coge un cubo y una plataforma empieza a elevarlo sobre la caja metálica. En lo más alto, justo antes del estribillo, el cantante vuelca el cubo vertiendo sobre la caja metálica fuegos artificiales y chispas que hacen que esta prenda fuego y explote. Mientras arde, Till sigue cantando. Una vez apagado el fuego la plataforma desciende y el cantante sigue a lo suyo, mientras que un chamuscado Flake sale torpemente de la caja. Puro teatro.

La mitad del repertorio se superó con «Liebe Ist Für Alle Da», que sonó muy bien, tras la que se pudieron volver a escuchar canciones de otros discos, como «Benzin», para la cual Till salía al escenario armado con un lanzallamas que utilizaría en un «intruso» sobre el escenario al final de la canción. Más o menos a esta altura me dí cuenta que Flake tenía su equipo situado sobre una cinta andadora y se paseaba sin moverse del sitio.

«Links 2-3-4», uno de los temas que más me apetecía escuchar, comenzó con un pequeño fallo de sincronización entre Till y el resto del grupo, que sería una de las pocas cosas que saldrían mal en toda la noche. En realidad daba igual, porque el público estaba completamente entregado. Con Landers y Kruspe en unos provocadores («extensiones del escenario hacia la zona del público». Gracias Ana), el sonido del comienzo de «Du Hast» hizo gritar una vez más a la gente. De hecho, la mayor parte de la canción la cantaron los asistentes, invitados por Till, mientras varias llamaradas salían del escenario, por arriba y por abajo, al compás de la música. El final de la canción la marcaron unas bengalas, dos dirigidas al aire sobre el público y otras dos desde la zona de la mesa de mezclas al escenario, disparando varias explosiones en éste. El grupo terminó de tocar con algunas llamas sobre las tablas.

Para «Pussy» cambiaron el micrófono central por uno que tenían añadido un arco sobre el que habían colocado varios consoladores. La canción no me entusiasma especialmente pero la gente pareció disfrutarla. Reconozco que me hizo gracia ver como el cantante se subía sobre un pene gigante y empezaba a echar espuma hacia el público llevando el cañón entre sus piernas de un lado al otro del escenario. La canción terminaría con un estallido y un orgasmo de confeti cayendo sobre nosotros. Muy sutil todo, como podéis ver.

Llegados a este punto el grupo se retira y vuelve para empezar con las propinas. «Sonne» es muy bien recibida y el cantante sigue invitando a la gente a acompañarle en los estribillos. Unos focos enormes acompañan a la canción y deslumbran al público. La única canción que hubiese cambiado sin dudar por otro tema fue «Haifisch» (por ejemplo, por «Du Riechst So Gut») pero supongo que habría gente a la que le gustaría. Con Landers y Kruspe nuevamente frente a los micrófonos de los provocadores comenzó «Ich Will» y sobre el escenario volvieron a verse explosiones y fuego. El calor se sentía a distancia.

Después las luces volvieron a apagarse sobre el escenario y, la poco rato, el bajista Riedel se encargaba de dar comienzo a «Seemann», en la que Flake nuevamente haría una de sus gracias, subiéndose a una barca hinchable y navegando sobre las manos del público. Llegó hasta un par de metros de donde yo estaba antes indicar que tenía que dar la vuelta para volver al escenario.

Para el gran final tenían elegida «Engel», que empezó silbando Richard, otra vez frente al micrófono. La canción fue acompañada por el público, que no paró de aplaudir al final de la misma, mientras los músicos se retiraban, saludando, repartiendo púas y baquetas y dando las gracias en español. Entretanto, Flake finiquitaba la canción y cerraba el concierto, despidiéndose con una reverencia.

Me despedí de los alemanes y el chaval de Madrid después de intercambiar algunas impresiones y me fui a casa con el firme propósito de volver a verles en cuanto tuviese la oportunidad.

8 comentarios.

  1. 1.

    esto es una crónica/crítica de un concierto… Aprende Uribarri. y a ti, de nada, para eso estamos. (pa morirnos de envidia y mordernos las uñas por perdernoslo)

  2. 2.

    Mooola…
    Me alegro de que estuviera tan chulo.
    La verdad es que me das mogollón de envidia.
    En el documental ya me dió la impresión de que los concietrtos de esta gente eran la caña. Esto confirma.

    Un saludote.

  3. 7.

    Muy buena la crónica lo has descrito fenomenal, tengo que reconocer que ha medida que la iva leyendo me he ido emocinando y se me ha ido erizando la piel por ir recordando todo lo vivido ese día. Yo estube en primera fila justo delante de Paul Landers, fue impresionante, ahora vuelvo a verlos al sonisphere a ver si hay suerte y me puedo poner delante de mi amadado Till jejeje

  4. 8.

    […] digno de ver, en esta ocasión voy a ser algo vago y voy a limitarme a señalar a la crónica del concierto en el Palacio de los Deportes del 10 de noviembre de 2009 por si alguien quiere saber qué puede esperar si va a verlos en […]