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Volviendo a ver el vídeo de ayer de Marty Friendman con Jorgen Munkeby me acordé de un artículo que había visto de pasada hace un par de meses. Me costó volver a encontrarlo pero finalmente me topé con él nuevamente a través de Hacker News.

Se trata de un texto de Alex Ross titulado «When Music Is Violence» donde se hace un breve repaso a algunos casos donde se ha utilizado la música como forma de agresión. Dejando de lado los efectos físicos del sonido en el cuerpo, el artículo reconoce que la respuesta a ciertas músicas estará influenciada por las preferencias personales. Es posible que algo que sea del agrado para una persona a otra le violente.

Yo supongo que el vídeo de ayer pretende ser, al menos, inquietante. Desde luego, hay vídeos con elementos gore más explícitos que se podrían considerar más violentos. Haciendo un repaso mental rápido, puedo señalar «Ohrwurm» de Cepahlic Carnage, «When I Lost My Bet» de The Dillinger Escape Plan o, más recientemente, «Clandestine Ways (Krokodil Rot)» de Cattle Decapitation. Otros, como «All Those Delicate Cuts» de Das Muerte, tienen un diseño más estilizado sin dejar de mostrar violencia. Quizás debiera etiquetar estos vídeos como NSFW pero sigo sin estar convencido.

«The Sound of Hate», por Erik Carter.