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No creo que exista el «privilegio femenino» en el mundo de la música. Seguramente sea lo único que tenga que decir al respecto, más allá de señalar a qué se debe que este apunte.

La razón es este soliloquio de Glenn Fricker [10m05s] en el que, para argumentar que la imagen vende, compara el número de visitas de este vídeo del 2006 de Hiroaki Tagawa [05m04s] y cualquiera de los de Jess Greenberg. Destaca los talentos de la señorita Greenberg de forma similar a lo que yo decía hace más de tres años y coincido con su argumento que cierto tipo de imagen vende, como también he comentado anteriormente, pero lo señala como un claro ejemplo de privilegio femenino, cosa con la que no estoy de acuerdo. Lo curioso es que en el mismo vídeo el propio Fricker contradice hasta cierto punto dicha aseveración, señalando que se trata más bien una cuestión de atractivo y observándolo en el caso de un niño, Justin Bieber.

Mi pega con ese punto concreto quizás sea una cuestión de terminología. A la hora de llamar la atención, Jess Greenberg tiene una ventaja porque es una persona llamativa, aunque no puedo verlo como un privilegio y menos asociarlo exclusivamente a que sea mujer. Intentando entender ese punto de vista y rizando mucho el rizo, podría ver una ventaja estadística si suponemos que hay un menor número de mujeres guitarristas prominentes. Eso convierte el hecho de que sea mujer en una característica diferenciadora respecto a la (supuesta) mayoría de guitarristas.

Sin embargo, eso refleja más una desigualdad histórica que un privilegio. De hecho, me gustaría saber si algún hombre quisiera estar en el lugar de una mujer para tener ese «privilegio». Tampoco creo que por ofrecer una cierta imagen sea una víctima de los estereotipos impuestos por el «cisheteropatriarcado», o cualquier otro término que se quiera utilizar para denominar el statu quo, igual que Hiroaki Tagawa no es una víctima del sistema por no poder ofrecer dicha imagen.

Jess Greenberg, tocando una canción que ahora no recuerdo.

Sigo manteniendo que, en mi caso concreto, ciertos recursos facilones le restan atractivo a casi cualquier propuesta. Están bien para llamar la atención de forma puntual pero no consiguen mantenerla. El señor Fricker pone a los vídeos de Rob Scallon como ejemplo de contenidos interesantes y aquí debo volver a coincidir con él: he mencionado a Rob Scallon en múltiples ocasiones (mientras que esta es la segunda vez que menciono a Jess Greenberg y esta vez ni siquiera de forma tangencial por su música).

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Hace unos días dejaba por aquí una versión de «Get Lucky» a cargo de San Cisco y ayer, por una de esas carambolas que se dan cuando vas saltando de enlace a enlace, llegué a una votación en la que participa también la versión de una tal Jess Greenberg [03m12s]. Para quien no la conozca, la chica en cuestión es esta:

Evidentemente, llama la atención. Y esta adolescente británica con talento para cantar y tocar la guitarra —mejor o peor que otros tantos— debió darse cuenta al mirar las visitas de sus vídeos y/o contabilizar los ingresos que derivan de las mismas. Lo supongo porque los vídeos que ha publicado de un tiempo a esta parte están cortados por el mismo patrón, con un encuadre en el que rara vez se ve su cabeza completa y a veces de la guitarra apenas se ve nada.

Esto no es una crítica. Para empezar, puede que no me convenza cómo canta o toca la guitarra pero no creo que lo haga mal (mejor que yo, desde luego). Además, me parece que lo que hace es de lo más normal y para nada malo. Por último, me alegra ver que cada vez más mujeres tienen una mayor exposición dentro del mundo de la guitarra.

Sin embargo, tampoco veo nada malo en señalar que esta chica vende también una imagen concreta y, a mi entender, calculada. Se acerca peligrosamente a ese concepto que a mí me da algo de grima: la «pose». Y eso puede restarle valor al conjunto.