La predicción del tiempo avisaba que sería una tarde fresca y probablemente lluviosa. Sabíamos que la verificación del titular de las entradas más baratas (las numeradas en las gradas altas de la segunda planta) empezaría a partir de las 17:30, pero también estaba avisado que el acceso al recinto no empezaría hasta las 18:30. Con toda esta información, y viendo que la actuación de los teloneros no estaba programada antes de las 19:50, consideramos oportuno tomárnoslo con relativa calma y no llegar con adelanto para evitar una espera pasada por agua. Finalmente no llovió y también nos libramos de tener que hacer cola para entrar.
En la pista, el lado paralelo a la calle de Jorge Juan estaba cerrado por vallas y tenía decenas de cajas de equipamiento. El escenario estaba en el centro del recinto y tenía forma de cuadrilátero, con los vértices apuntando hacia a las gradas. Tanto en los vértices como hacia la mitad de cada arista se podían ver micrófonos, pedales y monitores. El equipo de los teloneros estaba desplegado alrededor de una plataforma circular, elevada a la altura aproximada de un escalón alto, sobre la que estaba instalada una batería cubierta.
Tengo que decir que, a pesar de la distancia, probablemente haya sido de los sitios más cómodos de los conciertos de esta clase a los que he ido. La altura era considerable pero la línea de visión al escenario estaba despejada. Lo mejor de todo fue poder estar sentados tranquilamente, viendo cómo se iba llenando el recinto, mientras esperábamos que empezase la actuación de los teloneros.
No recuerdo exactamente cómo entré en contacto con la música de Kvelertak. La primera vez que les vi en concierto fue como teloneros de Anthrax y Slayer a finales del 2015, pero ya por aquel entonces llevaba una temporada siguiéndoles. Buscando por aquí se ve que estaba atento a la salida de su segundo disco, a principios de 2013.
Sea como fuere, me alegro de conocer bastante bien sus canciones porque es la única forma que pude reconocerlas. Entiendo que con tres guitarristas, además de bajista, cantante y batería, es complicado equilibrar el sonido —más aún para que se oiga bien en un recinto como el WiZink Center. Sin embargo, la mezcla que llegaba hasta donde nosotros estábamos era muy pobre. La paupérrima calidad del sonido quedó revelada desde el primer tema, «Åpenbaring», que empieza con una guitarra repitiendo una frase y va incorporando el resto de instrumentos gradualmente. Cuando le tocó el turno al cantante, todavía ataviado con su capucha de estrigiforme, yo sólo distinguía cada parte porque lo estaba «oyendo» en mi cabeza.
Y es una lástima, porque los noruegos intentaron aprovechar al máximo la que sin duda es una oportunidad de darse a conocer a un público más amplio. Aunque llevan ya más de diez años actuando, y que temas como «Bruane Brenn» y, en menor medida, «Mjød» tuvieron bastante repercusión en ciertos ámbitos, sería ingenuo considerarlos un grupo popular. Lo más probable es que ellos mismos fueran conscientes que tendrían que ganarse a una parte no desdeñable del público, y yo creo que hicieron todo lo posible para animar su actuación.
Cierto es que la batería, que estaba orientada hacia el lado de la calle de Goya, no podía moverse pero el resto de componentes aprovecharon el escenario buscar al público por todos los lados. Aunque cada guitarrista tenía su pedalera en un lugar determinado, teniendo que volver a ella para efectuar cambios, estuvieron recorriendo el escenario en cuanto tenían oportunidad. El bajista se movió menos de su sitio, a la derecha de la batería, lo que no quiere decir que permaneciese inmóvil ni que fuese menos activo.
Respecto al setlist era de suponer que no habría sorpresas. El tiempo que tenían asignado no iba comprometer la actuación de los cabezas de cartel y unos buenos teloneros intentarán sacar el máximo partido de esos minutos, presentando lo que consideren su mejor material. Con tres discos en el mercado no tardaron en presentar los dos singles de su álbum más reciente, «1985» y «Berserkr». Quizás el sonido había mejorado marginalmente a esas alturas pero me da a mí que es más la impresión con la que me quedé que un hecho objetivo contrastable.
Lo que fue inmejorable, en mi opinión, fue el ánimo de todo el grupo. El cantante, deambulando continuamente de un lado al otro del escenario durante «Evig Vandrar», no dejó de dirigirse al público para animarlo a participar del concierto. Aunque se notaba que no se había llenado el recinto, había bastante gente y creo que la reacción fue buena. También ayudó a crear un buen ambiente el programa de luces que, sin ser espectacular, al menos acompañaba bien a los temas.
No bajaron la intensidad pasado lo que sería el meridiano de su actuación. Como me ha hecho gracia la chorrada de usar significados parecidos a los títulos de las canciones, se podría decir que se les notaba muy cómodos, sin verles pasar por momentos difíciles incluso en temas tan intensos como «Ulvetid». Habían salido sedientos de sangre y abordaron tema tras tema, siguiendo con «Blodtørst», con pequeños guiños al publico entremedias. Se nota que ya llevan tiempo con la gira y están acostumbrados al tamaño del escenario. Con cinco personas móviles, buscaron ocupar todos los frentes posibles y cruzarse de vez en cuando, llegando a hacer un pequeño corro de guitarras y bajo a un lado del escenario en un momento determinado.
Por desgracia, el sonido no mejoró. En otros conciertos me he quejado del volumen de la batería pero en esta ocasión el volumen de los instrumentos no era el problema, con la salvedad del vocalista, que se oía muy bajo en general. Sí pude entender su dedicatoria en inglés al grupo cabeza de cartel que les sacaba de gira, pero me hubiera gustado oír lo que su voz aporta a los temas. También es verdad que, dado su estilo de canto y que no tengo ni idea de noruego, no me habría enterado de mucho de lo que decía en «Månelyst».
La mayor pega fue la falta de definición en el sonido. Es cierto que las grabaciones de los noruegos también tienen una mezcla bastante «espesa», especialmente en lo que se refiere al sonido de las guitarras, pero no sacrifican la melodía. Podría entender perfectamente que, en el concierto, una persona que no los conociera previamente no pudiera tararear algún fragmento de cualquiera de sus canciones.
Como dije unos párrafos antes, es una lástima, porque temas como «Kvelertak», que es rock del bueno y con el que cerraron su concierto mientras el cantante ondeaba una bandera enorme, hubieran tenido un impacto mucho mayor de no haber sido estrangulados en la mezcla. Me hubiera gustado poder disfrutar más su música así que espero volver a verles en otra ocasión, especialmente si es en un sitio tan relativamente cómodo como el que ocupamos.
El tener un asiento en la grada nos permitió sentarnos tranquilamente mientras veíamos cómo iban despejando el escenario y escuchábamos el hilo musical. Hubo que esperar un poco más de la cuenta, aunque no se oyeron protestas durante la espera. Si acaso, la gente estuvo especialmente entretenida cantando cuando sonó «It’s a Long Way to the Top (If You Wanna Rock ‘n’ Roll)».
A Metallica los había visto por última vez en el mismo recinto, por aquel entonces todavía llamado Palacio de los Deportes, en julio de 2009. Al igual que en esa ocasión, hubo que esperar unos minutos más de lo programado.
Pasando de las 21:15 y con las luces apagadas empezó a sonar «The Ecstasy of Gold». Por encima del escenario, trazando el contorno del mismo y colgando a distintas alturas del techo sobre la pista, una serie de cubos mostraban imágenes de «El bueno, el feo y el malo». La gente de las gradas se puso en pié, al menos por delante de donde nosotros estábamos, y así permanecieron todo el espectáculo.
En la relativa oscuridad, la subida al escenario de los de L.A./San Francisco fue acompañada de vítores. Los cuatro músicos ocuparon sus puestos iniciales mientras sonaba en el hilo musical la introducción al primer tema de la noche, «Hardwired». En cuanto sonaron los instrumentos se encendieron los focos y empezó el concierto propiamente dicho.
Me sorprendió un poco el sonido. Ajustes iniciales aparte, tuve la sensación que faltaba volumen pero no sabría decir exactamente a qué. El nivel de los distintos componentes de la batería Ulrich (una Tama Lars Ulrich Worldwired Kit) estaba equilibrado y, en conjunto, tenían un volumen adecuado para no comerse a los otros instrumentos. Al bajo de Trujillo (lo que parecía un Warwick Robert Trujillo Signature #16-3335) le faltaba algo de presencia, aunque en parte me lo esperaba y quizás por eso no me molestó tanto como en el Electric Weekend de 2008. La guitarra de Hammett (una ESP KH-2 decorada con el diseño de «The Mummy») sonaba con bastante claridad y complementaba bien a la de Hetfield (una ESP Vulture), a quien se le podía oír cantar con una voz en buena forma.
Me imagino el trabajo del técnico de sonido, teniendo que conmutar el volumen de los micrófonos, ya que tanto Hammett como Trujillo usaban los que no estuviese usando Hetfield para acompañar donde fuera pertinente. Hablando de acompañar, el público coreó con bastantes ganas los temas del último trabajo de estudio, como «Atlas, Rise!». Aunque técnicamente es la gira promocional de «Hardwired… to Self-Destruct» y el LP tiene más de un año, me sorprendió positivamente el reconocimiento y entusiasmo de los asistentes por el abundante material del álbum durante el concierto.
Evidentemente, en algún momento tendrían que empezar el repaso a su catálogo, como dio a entender Hetfield antes de comenzar a tocar «Seek & Destroy» armado con una ESP Snakebyte blanca y que ahora se puede ver en un vídeo oficial en YouTube [07m43s]. En estos casos también hay que apreciar el ánimo del grupo. Trujillo, que realizó su conocido torbellino con el Warwick #16-3332 que estaba tocando, «sólo» está en el grupo desde hace quince años pero al menos dos de sus compañeros llevan más de treinta y cinco años tocando alguno de estos temas. Y Hammett, que se había cambiado a una KH-602 Purple Sparkle, lleva casi lo mismo. Teniendo en cuenta esto, entraría dentro de lo razonable asumir que quizás estén algo aburridos pero, si es el caso, no lo demostraron de ninguna manera. Más bien al contrario, lo que es una muestra de unos envidiables ánimo y/o profesionalidad.
La presentación también fue impecable. El escenario tenía un aspecto minimalista, ocultando lo que sin duda debió ser un montaje bastante complejo. Sobre las tablas, la carencia de decoraciones daba una visión clara de toda la acción y permitía a los responsables de la iluminación seguir con los focos a los músicos, además de usar distintas luces de ambiente según el momento. Por encima, los cubos se colocaban en distintas alturas, dibujando diversos patrones, y pasaron de mostrar fotos del grupo en sus inicios durante el tema anterior a iluminarse con unos patrones abstractos verdes y azules para «Leper Messiah». Sin ser de mis favoritas del álbum de 1986, me gustó bastante en directo.
La que sí está entre mis preferidas de ese disco, y que tocaron tras una brevísima pausa, es «Welcome Home (Sanitarium)». Con el escenario a oscuras Hetfield comienza a tocar en su Gibson Explorer diseñada por Ken Lawrence, mientras unos focos van revelando al resto del grupo y cuatro pantallas bajan en cada lado, mostrando imágenes de contornos de gente contra unos tejidos estirados. Curiosamente Hammet también llevaba una Gibson, que podría ser la Les Paul que perteneció a Peter Green y Gary Moore y muestran en este vídeo sobre la equipación de James y Kirk [19m08s]. Si no me equivoco, el bajo que usó Trujillo fue un Warwick #17-3440. No recuerdo haber visto este tema tocado en directo y me alegró que lo incluyesen en esta ocasión con una interpretación a la altura.
Tras volver a cambiar de instrumentos —Hetfield a una ESP Truckster similar a la que presentaron en el NAMM de 2005 pero negra, Hammett a una ESP White Zombie— cuatro cubos emergieron del suelo del escenario hasta una altura aproximada de una mesa de comedor, cada uno a mitad de camino entre la plataforma central y un vértice. Entretanto, Hetfield habló un poco sobre los años que hacían que no pasaban por España, antes de retomar el show con «Now That We’re Dead». Lo que no sabía es que a mitad de la canción iban a montarse entre ellos una especie de partida multi-jugador de 太鼓の達人: fueron repartiéndose por los cubos, primero Hetfield y Hammet en una diagonal, después Trujillo y por último Ulrich en la otra, para ponerse a hacer ritmos con unas baquetas sobre los parches instalados en la cara superior. Los laterales de estos tambores cúbicos mostraban mientras imágenes de composiciones fotográficas similares a las de la portada del disco, como las que habían estado puestas en los cubos colgantes durante la primera parte de la canción.
Está bien ese toque de espectáculo en las canciones más recientes. Siendo menos familiares que otras en el repertorio, el grupo consigue llamar la atención y hacerlas un poco más memorables. También sirvió para meter un cambio de tercio inesperado en un tema de siete minutos, animando y variando la actuación. Estuvo curioso ver a Hetfield utilizar una de las baquetas para dar unos toques en su guitarra.
Teniendo en cuenta que el siguiente tema fue «Confusion» creo que ese cambio de paso fue muy acertado. Para mi gusto, la mayoría de las canciones del último álbum se alargan un poco más de lo debido. En algunos momentos me quedo con la misma impresión que expresó Dani Filth hace un mes, en particular con las canciones del segundo disco. Eso no quiere decir que en directo resulten aburridas, para nada, pero creo que en el grupo son conscientes que en la variedad está el gusto y procuran realizar una mezcla equilibrada. Además, siempre se puede entretener uno intentando identificar y recordar los instrumentos. Para este tema Hetfiled usó una ESP Iron Cross, Hammett llevaba nuevamente la Purple Sparkle y Trujillo tenía un Warwick #15-2785, el decorado con los diseños de su mujer, que pude reconocer a pesar de la distancia por llevar una pegatina de The Helmets, el grupo de su hijo, como en este vídeo de su sólo de bajo en el Festival Lollapalooza de Chile 2017 [04m25s].
Evidentemente, en la mayor parte de los casos me he quedado con algún detalle distintivo para después poder buscar la referencia exacta. No estoy tan familiarizado con el equipo de los grupos como para saber, sin buscar en la web del fabricante, que el primer bajo de cuatro cuerdas que veríamos era un Warwick #14-2549 negro, que lleva una única perilla. Hetfiled presentó a Trujillo como el «chico nuevo» y este «novato» pidió la colaboración del público para acompañarle mientras él hacía una variante de su caminar a lo cangrejo, en lo que sería el principio de «For Whom the Bell Tolls». Al comenzar propiamente la canción Hammett tenía la guitarra de «The Mummy» mientras que el cantante llevaba lo que parecía una Gibson Explorer clásica con golpeador blanco. Los cubos sobre el escenario subían y bajaban, mostrando dibujos enrojecidos de calaveras.
Procuro no perderme el concierto por centrarme en determinados detalles pero las guitarras suelen llamarme la atención. Quizás otras personas se fijaran en la ropa que llevaban pero si tuviera que comentar sobre eso creo que sólo podría señalar los pantalones con franjas rojas de Hammett. Del resto recuerdo mejor sus instrumentos que su vestimenta. Por eso no pude evitar fijarme en la Snakebyte blanca que llevaba Hetfield cuando apareció iluminado en el escenario y comenzó a tocar los primeros compases de «Halo on Fire». De nuevo me sorprende el entusiasmo con las nuevas canciones: aunque Trujillo hace los coros mientras toca el bajo de la pegatina —y Hammett vuelve a usar la Les Paul— es el acompañamiento del público lo que más recuerdo de ese tema. Bueno, eso y que después de la canción Hetfield presentó a Trujillo (con su Warwick #14-2549) y a Hammett (con su ESP «The Mummy»), antes de abandonar el escenario como había hecho Ulrich, para que nuevamente el voluntarioso bajista se dirigiese al público en español —más o menos— y pidiese ser acompañados en una versión de «Vamos muy bien» de Obús [03m16s]. En el centro, unos tramoyistas cambiaban en la penumbra la orientación de la batería.
Como detalle estuvo gracioso, aunque me resultó mucho más interesante que tocase «(Anesthesia) Pulling Teeth» antes de que volviesen a salir sus compañeros para una versión que saben tocar mejor, «Die, Die My Darling», con Hetfield otra vez cantando y con una ESP Iron Cross. Me pareció un tributo a Cliff Burton, un gran fan de los Misfits, quien salió retratado en en alguna de las caricaturas, ilustraciones y dibujos de seguidores que el grupo había solicitado a finales de septiembre del año pasado y se estaban proyectando en los cubos colgantes.
Tengo que destacar lo que debió ser un trabajo importante de producción. El escenario aparentemente despejado ocultaba más de una sorpresa, como las seis lenguas de fuego que salieron en llamaradas acentuando distintos momentos de «Fuel», el único tema que tocaron de su etapa Load/Reload. Siempre da una cierta perspectiva recordar que lo que para algunos no es «auténtico» Metallica tiene ya al menos veinte años —es el caso de Reload— y, para otros, son clásicos. En mi caso, aunque aprecio diferencias entre temas de distintas épocas eso no me impide disfrutarlos.
Por eso, a pesar de mi favoritismo por los temas pre-álbum negro y que en ocasiones anteriores hubiera preferido menos canciones nuevas, me lo pasé bastante bien viendo la interpretación de «Moth Into Flame», especialmente cuando unos drones empezaron a salir del suelo y a volar sobre el escenario a modo de luciérnagas robóticas. Por lo que cuentan en una serie de entrevistas para So What! sobre la producción del espectáculo [37m40s], el germen de la idea fue de Hetfield y aplaudo a los que la realizaron porque resultó muy efectiva. De hecho, apenas me di cuenta que los cubos estaban recreando cartelería de neón y creo que no me hubiese fijado en las guitarras como en temas anteriores, de no ser porque antes de la canción Hetfield estuvo haciendo algo de tiempo y me di cuenta que cambiaba su guitarra por la Lawrence Explorer, mientras a Hammett le daban la ESP White Zombie y Trujillo volvía al Warwick #17-3440.
Mientras volvían a tapar las aperturas por las que habían entrado y salido los drones Hetfield volvió a dirigirse al público, pidiendo que levantasen la mano primero los que les veían por primera vez en directo y después los que ya habíamos estado en otros conciertos. Fue en ese momento cuando se fijó en un crío al que preguntó su edad y al que, tras revelar por señas que tenía siete años, invitó a subir al escenario. El chaval se colocó junto al cantante, con los otros tres integrantes del grupo de pie cerca de él, y se presentó como Atila, declarando Hetfield que ahí estaba la nueva generación de seguidores del heavy metal. Tras despedir al crío del escenario tocaron «Sad but True»: Trujillo con lo que yo pensaba que era un #13-2332 pero, buscando un poco, debió ser uno como el que se ve en esta foto del concierto en Varsovia en julio de 2014, Hammett con su Jackson Rhoads y Hetfield con una ESP Snakebyte con el cuerpo pintado con un patrón de camuflaje/piel de serpiente que maltrató al final de la canción, primero apoyándola sobre el clavijero mientras trasteaba de rodillas con las cuerdas y después echándola al suelo.
Con el escenario totalmente a oscuras, los cubos, que habían estado mostrando unas imágenes animadas en el tema anterior, cambiaron su contenido por extractos de Johnny cogió su fusil entre fogonazos de blanco. Los primeros acordes de «One» sonaron al tiempo que un foco iluminaba a Hetfield con su Lawrence Explorer. Igual pasó cuando Hammett comenzó su parte con la Purple Sparkle. Unos focos en el escenario iluminaron a Ulrich cuando le tocó entrar y, por último, se hizo la luz sobre Trujillo y su Warwick #17-3439 (el segundo cuatro-cuerdas de la noche). El tema rompió algunas expectativas que yo tenía: no incluyó efectos pirotécnicos y Ulrich estuvo bastante sólido, a mi parecer, a pesar del ritmo irregular en algunas partes. Igual que le he criticado en ocasiones anteriores no tengo ningún problema en reconocer el mérito de seguirle el ritmo a sus compañeros tras más de hora y media de concierto.
Lo que no dejará de asombrarme es que fueran capaces, a esas alturas, de no parar antes de atacar «Master of Puppets». Es cierto que es un tema que requiere un poco de calentamiento, al menos a mi parecer, especialmente de mano y brazo derechos de los guitarristas, aunque yo diría que tocar más de una docena de canciones previamente es pasarse de preparación. Me consta que están en otro nivel y se/les cuidan mejor que a la enorme mayoría, pero no dejan de ser personas que dejaron los cincuenta atrás hace ya unos años. Ya que estoy cantando alabanzas del grupo, menudo peazo de canción crearon hace más de tres décadas. Según la página web oficial la han interpretado en vivo 1563 veces, contando la de este sábado pasado. A ver si tengo oportunidad de volver a escucharla en directo en otra ocasión.
Después de esta ración de clásicos los cuatro se retiraron del escenario, que se quedó a oscuras. Tras unos instantes empezó a sonar por el hilo musical el comienzo de «Spit Out the Bone», la séptima y última canción que tocaron de las pertenecientes a su álbum más reciente. El tema empezó propiamente con unas llamaradas que se dispararon al tiempo que se encendieron los focos y se iluminaron los cubos colgantes, unos con dibujos y otros con la bandera de España y el logotipo de Metallica superpuesto. En temas como este, que tienen pequeñas frases destacadas de bajo, es donde mejor se pudo oír el Warwick #16-3332 de Trujillo, aunque seguía habiendo algo en el volumen general que no me encajaba. Tampoco es que fuera un mal sonido general, la Electra Flying V que llevaba Hetfield se distinguía bastante bien de la ESP «The Mummy» de Hammett, y no quiero ni imaginar lo que tuvieron que trabajar los técnicos de sonido para conseguir que cada parte sonase adecuadamente.
El tema terminó con una nueva deflagración alrededor de la batería tras la que los focos se apagaron, quedando únicamente Hammett iluminado y llevando de nuevo la Les Paul colgada. Tras unos acordes sencillos y mientras todavía camina por el escenario, empieza a tocar «Nothing Else Matters». El público aplaude pero lo hace aún más cuando el guitarrista para de tocar y dice, sonriendo, que lo va a volver a intentar. Durante este falso arranque Trujillo había vuelto a su #16-3335 y Hetfield llevaba la Lawrence Explorer. La canción fue acompañada de principio a fin por el público, que sabía que el concierto estaba próximo a acabar. Como detalle, mientras sonaban los últimos compases tocados por Hammett a la guitarra, Hetfield mostraba a una cámara una púa de las que estaba usando esa noche, para que se viese la serigrafía de la bandera con la palabra «Madrid».
La última canción de la noche fue «Enter Sandman», coreada como si hubiera sido la primera y no fueran las 23:30 de la noche. Si es cierto que los músicos se nutren de la reacción del público, Metallica debió terminar con un buen subidón. Sea o no el caso, el grupo procuró cerrar el concierto con broche de oro, no dejando que bajase el nivel que habían mostrado a lo largo de más de dos horas. Tras un pequeño injerto de «The Frayed Ends of Sanity» y un petardazo que levantó una columna de humo alrededor de la batería, los músicos remataron el tema y se despidieron del público, echando baquetas y puñados de púas durante varios minutos a la gente que estaba en la pista.
A estas alturas de su historia, Metallica tiene muy controlado lo que quieren ofrecer en sus conciertos y cómo los quieren presentar. Si tengo la oportunidad, probablemente repetiré.