Escuchando la canción de ayer me acordé de algo que vi comentado en Hacker News el año pasado.
En 1970, Burton Silverman acordó verbalmente realizar tres piezas para la cubierta de Aqualung. No sin cierta dificultad, completó el encargo, entregó las pinturas y le pagaron. Y el resto es Historia o, más bien, la historia que cuenta su hijo. Merece la pena leerla, aunque sólo sea para ilustrar cómo prescindir de un contrato y de una definición lo menos ambigua posible de cualquier trabajo puede provocar un disgusto que dure décadas, así que no voy a revelar más.