Entre los cientos de referencias a guitarras que he hecho se pueden encontrar unos cuantos casos de fabricantes de estos instrumentos. Aunque no sea un tema que toque con frecuencia es bastante razonable que, con todos los años que llevo apuntando cosas, haya mencionado constructores que trabajan con unos u otros materiales, que son aficionados o profesionales, y que se inspiran por distintas temáticas. Lo que no puedo explicar es por qué en ningún caso que yo recuerde se trataba de la obra de una mujer. Sin salir de Madrid, y por mencionar dos nombres centerarios, los instrumentos con los sellos de José Ramírez y Felipe Conde cuentan con constructoras en sus talleres que mantienen el prestigio de sus respectivas marcas. Creo que en ambos casos se trata de negocios familiares pero, aunque seguir una tradición familiar no reste méritos, me gustaría pensar que no es la única manera que una mujer llegue a esa profesión.
Para alimentar un poco esa esperanza, busqué algún caso fuera de las casas tradicionales y lo primero que me topé fue con este artículo sobre las lutieres de Vancouver —o, más bien, sobre la mayor proporción de mujeres con esta profesión que en el resto de Canadá— encabezado por Meredith Coloma.
En una entrevista en She Shreds Magazine se cuenta un poco su historia y en qué consiste su trabajo, más allá de construir cordófonos. Por desgracia, no dan mucha información sobre la guitarra que más me llamó la atención, la decorada con un árbol que se ve en la foto anterior, más allá de que tiene más de ochenta piezas incrustadas.
Debe ser muy interesante conocer los principios de construcción de instrumentos, incluso si no son trabajos artesanales en la definición más estricta de la palabra, como es el caso de unos violines creados con impresoras 3D que vi hace unos años.