En el último año mis hábitos de consumo de alcohol no han cambiado. Hace mucho tiempo que no sería capaz de terminar un Maß y, según la graduación, es posible que ni siquiera pudiera con una pinta. Por lo general, con un tercio en fin de semana estoy servido, o dos si tengo mucha sed, o ninguno si me veo sin ganas. Dicho esto, si me sobrara el dinero y el tiempo me compraría un minibar. Y no me refiero a esas neveras decoradas como racks Marshall, que son bonitas pero tienen una eficiencia energética bastante pobre, si no a esto:
Se trata de un pequeño pedal que utiliza las propiedades de un líquido para conformar el sonido que genera.
El pedal […] tiene un control de volumen y un contenedor hermético sobre el panel superior; desenrosca la tapa, vierte algo de líquido y, ¡analiza! Cuando tengas tu sonido único enrosca la tapa firmemente y ya estás listo. […]
La conductividad de la señal eléctrica de la guitarra atravesando el fluido normalmente determina la cantidad de ganancia, y la opacidad determina la cantidad de agudos y graves. El Minibar suele crear satisfactorios tonos «paso-banda»: agradablemente no comprimidos y con abundantes harmónicos satisfactorios y «cloqueo» de la púa.
Me encantan esta clase de experimentos. Por £136 me parecería un regalo original para un guitarrista aficionado a los pedales. Me ha recordado al Z.Vex Candela Vibrophase que veía hace un lustro, aunque ese requería un presupuesto sustancialmente superior.