La semana pasada comentaba que resultaba extraño que, con mi somera pero prolongada afición por la guitarra, tuviera que hacer una búsqueda explícita para encontrar una constructora, en lugar de haberme topado con el trabajo de alguna como me ha pasado con otros durante estos años. Veo poco probable que esta falta de visibilidad se pueda justificar ni cuantitativa ni cualitativamente, aunque no dispongo de las estadísticas relevantes y tampoco tengo criterio suficiente para hacer una valoración comparativa. En ese contexto, puedo entender la frustración que expresa Anna Calvi en una entrevista para Premier Guitar
Hemos oído rock ‘n’ roll con hombres tocando la guitarra durante muchos, muchos años, pero ver mujeres tocando la guitarra es —irritantemente— todavía algo anómalo. Pero eso también quiere decir que somos libres para crear nuestra propia historia con el instrumento, y no es cansina o cliché de la misma manera cuando las mujeres la tocan.
Por desgracia, a pesar de que ese déficit de presencia femenina no es algo nuevo, estamos tardando demasiado en cambiar y seguro que nos estamos perdiendo mucho. No digo que todo valga, ni que todo sea bueno, pero sí que el panorama es más pobre por el mero echo de no estar animando a que se aporte más.