Hace casi seis años mencionaba que habían demandado a Led Zeppelin por plagio, en particular acusaban de haber copiado parte de «Taurus» de Spirit en «Stairway to Heaven», y a principios de este mes el consecuente juicio se resolvía a favor de Led Zeppelin. En la descripción del contexto que acompaña a la resolución señalan que no se disputa que los caminos de Spirit y Led Zeppelin se cruzaran a finales de los años 1960 y principios de los 1970. Los grupos actuaron en el mismo lugar por lo menos tres veces entre 1968 y 1970. Led Zeppelin también tocaba una versión de una canción de Spirit, Fresh Garbage. Pero no hay evidencia directa que los dos grupos fueran de gira juntos, o que miembros de Led Zeppelin oyeran a Spirit tocando Taurus. El documento completo son setenta y tres páginas, para los que quieran algo que leer y tengan un criterio debidamente formado en estos asuntos, cosa que yo no tengo.
Lo que sí tengo es una opinión sobre qué no considero plagio que bastante con enlazar para no repetir. Hablando de repeticiones, llego vía Hacker News a un artículo en MusicTech sobre el esfuerzo de dos programadores (entre otras cosas) para intentar prevenir que la repetición accidental de dos melodías se pueda considerar legalmente plagio. El equipo, formado por Damien Riehl y Noah Rubin, desarrolló un programa —disponible en GitHub— capaz de generar todas las combinaciones posibles de ocho notas y doce compases a un ritmo de trescientas mil melodías por segundo. El resultado fue publicado al dominio público y además archivado en Internet Archive. La idea es que, llegado el caso, se pueda defender la posición que cualquiera de éstas melodías son de dominio público, lo que demuestra la locura del sistema de copyright prevalente, como señalan en Hypebot.
En esta ocasión no es pertinente acompañar la entrada con mujeres desnudas así que, en su lugar, enlazo con la charla de Damien Riehl donde habla sobre todo este asunto:
Aunque en primera instancia se les concedió, Hans-Peter Wilfer, propietario de Warwick y Framus, solicitó su impugnación en lo referente a instrumentos musicales. En 2016, la sección de cancelaciones de la EUIPO atendió esta solicitud y falló a favor de Wilfer, alegando que el solicitante [de registro] no estableció el caracter distintivo adquirido por dicha marca en la Unión Europea. Gibson apeló en 2018 y perdió, tras lo que llevó su apelación al Tribunal General de la UE.
Un panel de tres jueces ha desestimado esta segunda apelación, obligando a Gibson a pagar las costas del proceso. En su fallo del 28 de junio de 2019, la corte declara que a pesar de que la forma de la Flying V era muy original cuando salió al mercado en 1958, [el solicitante (Gibson)] no puede negar la evolución del mercado durante los 50 años posteriores, caracterizado en adelante por la disponibilidad de una amplia variedad de formas […] La originalidad de la forma debe ser evaluada a la luz de la situación del mercado tomando como punto de partida la fecha de la solicitud […]
En esa línea, señalan que la presencia en el mercado de un número significativo de formas con las que se encuentran los consumidores hace improbable que vayan a considerar una forma determinada como perteneciente a un fabricante específico, sino más bien que sea una de las varias formas que caracterizan al mercado. El amplio espectro de formas con una apariencia original […] ya presente en el mercado limita la probabilidad de que una forma en concreto sea considerada como un caso aparte de las normas predominantes en dicho mercado y, por lo tanto, de que sean identificadas por los consumidores exclusivamente en base a su especificidad o su originalidad.
No sé nada de este señor, ni de quién fue el responsable de realizar y publicar el vídeo. Puede que fuera idea suya —por lo poco que entiendo de su cargo, cae directamente bajo su competencia y sería el máximo responsable— o que haya tenido que hacerlo por indicación de sus superiores a instancias de otras personas. Lo que sí sé es que el mensaje no fue muy bien recibido y, es de suponer, por ello lo retiraron al poco tiempo.
Algunas personas no tardaron en señalar que el mismo protagonista del vídeo no disimulaba su aprecio por una Ibanez Rocket Roll [02m33s]. Él mismo cuenta como a finales de los 70 Ibanez imitó los diseños de Gibson con lo que se conocen como las lawsuit guitars (guitarras de pleito).
Esta mención es pertinente a todo lo anterior porque, hasta donde he podido ver, el apelativo deriva de la denuncia que Gibson hizo sobre la copia del diseño del clavijero. Al menos así es como lo señalan en Soundfly y en Jazz Guitar Online. Creo que es igualmente relevante que el caso se cerrara con un acuerdo fuera de los tribunales. De hecho, en denuncias similares más recientes contra otros fabricantes (Fernandes y PRS) los procesos han acabado dando la razón a los demandados. Ya se verá que pasa con su denuncia contra Dean.
Independientemente de la legitimidad de estas acciones legales, no creo que sea muy positivo para la marca reconocer que lo que pueden aportar como fabricante de guitarras hoy en día está enfocado a litigar sobre diseños de hace sesenta años.
Stephen King es un uno de los autores más influyentes de horror, ficción sobrenatural, suspense, ciencia ficción y fantasía. Su oscura y retorcida imaginación ha sido crucial dando forma a la cultural popular contemporánea desde finales de los años 70, cuando sus novelas fueron descubiertas por primera vez por cineastas como Stanley Kubrik y Brian De Palma, hasta fechas más recientes con series de televisión modernas como Stranger Things homenajeando su brillante influencia y su monumental contribución a la cultura pop.
Esta serie imagina un universo alternativo donde algunas de las canciones sobre corazones rotos más desesperadas y trágicas de los años 70 y 80 fueran novelas escritas por Stephen King. El concepto es echar una mirada al lado oscuro del amor a través de la lente de la cultura popular, poniendo en juego aspectos retorcidos de estas historias clásicas con el significado original de kas canciones, que pueden ser completamente subvertidas y enfatizadas de manera extraña, rindiendo a su ve tributo al diseño clásico de las portadas originales de los libros.
El resultado es el siguiente:
A toda esta serie sólo le pongo una pega.
Me gusta lo suficiente el trabajo de Butcher Billy como para que le haya mencionado por aquí al menos una vez al año desde 2014. Parte de su encanto reside en las obras que, siendo mezclas y re-interpretaciones, rinden homenaje claro a las fuentes de inspiración.
Sin embargo, creo que las referencias no son tan claras en este caso y que hubiera sido un buen gesto indicar el origen del material que ha utilizado, en los casos que no son de elaboración propia. Por ejemplo, la portada con las letras de «Every Breath You Take» está compuesta en gran parte por una imagen especular de la que se utilizó para el material promocional de Black Sunday:
Tengo mis opiniones sobre las leyes de propiedad intelectual pero he reconocer que conozco menos del tema de lo que me gustaría. Por eso me viene al pelo —y casa bastante bien con el tono de esta entrada en general— este vídeo titulado «Night of the Living Dead – Horrors of Copyright» [07m01s].
Más allá de la cuestión candente de las «noticias falsas», dos polémicas recientes resaltan la importante distinción entre lo que es real y lo que es ficción: es mucho más fácil demandar por infracción de derechos de autor si te lo has inventado.
Primero está la denuncia sobre la serie de películas «The Conjuring» [N. del T.: en España se conocen como «Expediente Warren»]. En esta, el Demandante está denunciando por los supuestos derechos exclusivos para contar la historia de los no-ficticios investigadores paranormales Ed y Lorraine Warren. Sin embargo, si las historias son verídicas serían hechos e históricos, sobre los que nadie puede reclamar derechos de autor. Para esquivar esto, el Demandante dice ahora que los Warren le «mintieron» sobre sus hazañas. Dado que las historias estarían «inventadas» serían, por tanto, «ficción» y eso haría que los hechos descritos en ellas pudieran estar sujetos a derechos de autor.
Por los mismos derroteros va la denuncia contra la película biográfica sobre Tupac Shakur, «All Eyez On Me». El Demandante denuncia que la película infringió los derechos de autor de una serie de artículos que escribió sobre el fallecido rapero para la revista Vibe y que fueron publicados en los años 90. De nuevo, tenemos el mismo problema. Si lo que se publicó en Vibe es cierto y fáctico, entonces cualquiera puede utilizar dichos hechos, aunque no la expresión de los mismos [N. del T.: en este caso, los textos]. Así que el Demandante tiene que confesar uno de los mayores tabús del periodismo: «"Aunque parte del contenido de estos artículos es fáctico, algunas porciones del artículo fueron alteradas o embellecidas por el Demandante", dice la denuncia.» En concreto: «"De hecho, el nombre y persona de ‘Nigel’ en la Obra Original fueron creados específicamente por el Demandante sin la autorización o el fomento de Tupac Shakur," escribe el abogado de Powell. "Este personaje ficticio de Nigel era la versión adornada de un personaje real que era central a la narrativa de los artículos del Demandante. Este personaje ficticio fue copiado y pegado en la película del Demandado para hacer el mismo personaje y papel esencial en la Obra Infractora que hizo en la Obra Original".
Bueno, este es un conveniente juego de «te pillé».
Especialmente en el caso de «The Conjuring». La mayor parte o el mayor atractivo de la película es que los eventos son «ajustados a los hechos» y «ocurrieron realmente». Así que, ¿es permisible presentar claramente los hechos de la historia como «verídicos» pero, cuando alguien copia estos hechos, saltar y decir «Es una historia verdadera, menos las partes que me inventé»?
El bloque anterior es una traducción del principio del texto de Stephen Carlisle, que recomiendo leer si se quiere saber un poco más sobre estos casos y algunos que otros similares.
Lo único cierto en esta historia es que la similitud entre ambos se había señalado previamente y que un escenario donde Jimmy Page conociera el tema de Spirit de 1968 antes de componer “Stairway to Heaven” en 1970 resulta plausible, especialmente teniendo en cuenta que Led Zeppelin hicieron de teloneros para Spirit e incluso tocaban alguna de sus canciones en directo. La progresión y la instrumentación son similares pero me cuesta hablar de plagio en este caso, por razones muy parecidas a las que expuse sobre el caso de «Blurred Lines». Me parecen más legítimas otras reclamaciones, como la Ray Jackson sobre «Maggie May», pero habrá que ver cómo se resuelven estos asuntos.